sábado, 4 de octubre de 2008

¡Capacítese, estúpido!

En una fecha tan temprana como marzo de 2005, en una entrevista a Radio Mitre, el entonces ministro de educación Daniel Filmus dijo que los docentes hacían cursos de capacitación pagos porque tenían un especial entusiasmo por aprender cosas nuevas. En ningún momento mencionó –y creo que jamás volvió a ponerse sobre el tapete- el hecho de que, si no se hacen cursos pagos, el docente queda afuera de toda posibilidad concreta de obtener algún cargo o de mantener el que se tiene.

¿Cómo se accede a la docencia? Sólo hay una posibilidad: tener puntaje. ¿Cómo se obtiene puntaje? De una única manera: haciendo cursos de capacitación.

La oferta estatal y gratuita de cursos es pobre e insuficiente, y la información sólo llega a quien ya tiene trabajo. El docente que busca insertarse en el ámbito laboral jamás se entera de la existencia de estos cursos (pues está fuera de los ámbitos en los que circula esta información). El camino se va restringiendo aun más: sólo se pueden hacer los cursos pagos que ofrecen editoriales.

¿Cuánto cuesta un curso?

Los valores dependen del puntaje que ofrezcan. Un buen curso (0,6 puntos) puede costar entre $ 200 y $ 500. Dado que, para lograr un buen puntaje, hay que hacer como mínimo diez puntos por año, se podrá calcular fácilmente cuánto hay que invertir para estar en condiciones de conseguir un cargo provisorio: entre cinco y diez mil pesos por año.

Uno podría pensar que estos cursos tan costosos son realmente útiles y facilitan mucho la tarea docente. Por supuesto, esto no es así. Los cursos consisten en cuadernitos con generalidades; tienen títulos imprecisos, están mal redactados y poseen actividades copiadas de sitios de internet o repetidas de otros cursos. Supuestamente, hay instancias evaluativas pero, en verdad, no se conocen casos de docentes que hayan desaprobado un curso. Lo único que se exige es el pago de la cuota. Sólo desaprueban quienes no pagan. Incluso, si un grupo de docentes compran el cuadernillo, basta con que uno de ellos realice las actividades; el resto puede copiar sin problemas lo que hizo el primero. El docente debe devolver a la editorial el cuadernillo de actividades que le fue entregado, para que se proceda a la evaluación. Es sabido que muchas editoriales ni siquiera se molestan en ver qué responden los docentes. Se conocen casos de personas que han llamado a una editorial y han dicho algo como esto: “Tengo cinco mil pesos. ¿Cuántos puntos me dan?”

Veamos algunos cursos. Tengo en mis manos un folleto con la oferta de cursos de Novelibro, la editorial educativa de Orientación Sur. Hay un curso que se denomina: “Técnicas para enseñar y aprender”. De antemano el título suena ampuloso y nos puede inducir a sospechas: ¿Es que el estudio de grado de un docente no lo capacita en técnicas de ese tipo? ¿El curso nos enseña técnicas generales, efectivas y novedosas para cualquier tipo de enseñanza y aprendizaje? Antes de responder a cualquier inquietud, uno puede sorprenderse por la cantidad de ámbitos en los que pueden aplicarse estas “técnicas”: el curso –dice el folleto- sirve para docentes de todas estas ramas y niveles: Inicial, EGB 1, 2 y 3, Polimodal, Especial, Adultos, Educación Física, Artística y Psicología. ¿Existe, acaso, alguna “técnica para enseñar y aprender” sumamente novedosa, poderosa y efectiva, que pueda aplicarse a tan variado rango de niveles, tanto a adultos especiales como a niños de jardín de infantes, como a adolescentes de polimodal? ¿O más bien se tratará de un curso ultra general, pobre, remanido, con contenido trivial, escasamente útil y lleno de lugares comunes? Es fácil y congruente inclinarse por esta segunda posibilidad.

Veamos otros cursos que ofrece esta editorial: “La educación física en la escuela”; “Simplificando lo complejo: la planificación”; “Convivir en la diversidad: una escuela para todos”; “Educación sexual y prácticas docentes”; “Dimensión ética del rol docente”; “El fracaso escolar: una mirada compleja”

Podrá apreciarse que todos los títulos tienen una vaguedad desalentadora: no se trata de “capacitaciones” en el sentido de conjuntos sistemáticos de estrategias claras, concisas y significativas, dirigidas a un fin determinado, sino de pomposas cáscaras vacías sin especialización ni especificidad. Compárense estas lavadas e insípidas capacitaciones de posgrado con cualquier capacitación de otra carrera, sea terciaria o universitaria.

De más está decir que, aunque hubiera cursos específicos, el docente debe elegir de acuerdo a cuál le da más puntaje, no de acuerdo a cuál le resulte más útil. Por eso, es posible que un docente de educación física elija un curso de música porque da más puntaje que uno específico de educación física.

¿Por qué son tan caros estos cursos?

Muy simple: las editoriales saben que el docente necesita de puntaje. El Estado no se hace cargo de esa necesidad. De modo que el aspirante a la docencia está acorralado: o acepta ese chantaje, o jamás consigue trabajo. Como la demanda es grande y las editoriales conforman un oligopolio, los valores los determinan ellos. No existe una regulación estatal que fije los valores de un curso de capacitación. Por otra parte, los docentes aceptan la complicidad de ese chantaje que cobra la siguiente forma: “Ustedes tienen que pagar por los cursos pero, a cambio, nosotros los hacemos muy fáciles para que cualquiera apruebe”. Un docente que aprueba el curso es un docente que no se queja, aunque pague mil pesos por un cuaderno fotocopiado.

3 comentarios:

Paula dijo...

Sabés que siempre me pregunté cómo era el temita de los puntajes y todo eso? Mirá cómo me vengo a enterar.

Mauro A Fernandez dijo...

1.detalle
"Educación sexual y prácticas docentes"... ¡me interesaría mucho asistir para ver qué hacen ahí! ¿cuánto vale? ¿no se le escapó algo al que puso este título?

2. un marco
esto de los cursos entra, si se quiere, en este marco más amplio:
salvo aisladas excepciones, la educación formal -estatal y privada- está bastanta atrasada con relación a las necesidades actuales de conocimiento de cualquier tipo.
no solo la educación que se ejerce en las escuelas y sus correspondientes programas, sino la que se da a los docentes, antes de que piensen en hacer cursito alguno.
entonces, los docentes, dada la feísima formación que reciben, son los primeros en estar atrás.
luego, aunque parezca horroroso (y lo sea), unos cuántos de estos cursos están a la altura de la mayoría de sus destinatarios, porque con otros más serios y complejos no sabrían qué hacer.
¿no?

Anónimo dijo...

Mauro, es correcto todo lo que apuntás en el punto 2); hay una asunción implícita de que se trata de algo elemental, que sólo se hace para cumplir. Y esa asunción viene desde el principio de la carrera docente. El caso de la docencia en EGB es así de lamentable: hay una mescolanza paradójica (y esquizofrénica) de teorías ingenuas sumadas a un pesimismo didáctico espantoso. Se presume que ya nada se puede hacer para educar, pero a su vez existen cursos, materias y prácticas con consignas románticas, inoperantes y naif acerca de lo que es educar a un niño.