lunes, 7 de agosto de 2006

Pequeño esbozo para una crítica de la publicidad televisiva, primera entrega

¿Vieron la propaganda de los créditos hipotecarios, ésa que muestra a un señor muy parecido al Baby Etchecopar que toca el piano bajo la lluvia y alza los brazos en señal de victoria, porque (como nos informa un sobreimpreso) finalmente pudo convertirse en DUEÑO? La tienen que haber visto, porque la pasan cada dos minutos.

Digo yo, ¿me pueden explicar qué coño lo hace tan feliz? Si el departamento que se compró está tan lleno de goteras que cuando llueve, adentro es un diluvio (y con semejante humedad, ese piano de cola que le habrá costado un dineral se le va a hacer mierda en dos semanas). Si los préstamos del banco en cuestión sólo sirven para comprarse semejantes taperas inhabitables, por mí que se los metan en el culo. Y después dicen que volvió el crédito… Esto es tan poco serio…

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Claro que es así, siempre los bancos dieron plata solamente al que ya tiene...
A los otros solo los ayuda a únicamente endeudarse, esa publicidad me parece curiosamente sincera.

Anónimo dijo...

¿Qué pasa en este blog? ¿Los adolescentes descubrieron que los reyes son los padres? ¿Alguien les dijo que la publicidad no era del todo cierta y se creen vivos? ¿En cualquier momento van a comentar maravillados un libro de Dorfman? ¡Salgan al sol, paquetes!

Bandana dijo...

Entiendo el enojo de Pez Soluble; hay algo de candidez en la observación de Alberto Giménez Arnau: la publicidad de créditos en Argentina nunca fue seria, y no volvió el crédito, en lo más mínimo. Yo no me metería con las imágenes de la publicidad (después de todo, los publicistas bien pueden decir que es "metafórico"), sino con otro trasfondo.

Hace no mucho recibí un paquete gigante con una tarjeta y la misma publicidad "sea dueño". Lo primero que pensé es en un crédito hipotecario: sólo se es dueño de algo cuando se es dueño de una vivienda. Interpreté "sea dueño" como "sea propietario". Cuando abrí el paquete descubrí que el crédito más alto que me otorgaban era de $ 15000, cifra que apenas alcanza para pagar un décimo de alguna vivienda y para la cual tenía que devolver, en incómodas cuotas, $ 28000. Yo apunto a esto: en el imaginario argentino, hay que sacar crédito por cosas que en otros países se compran ahorrando o al contado. Y gran parte de la clase trabajadora se sacó de la cabeza la idea de la casa propia y ahora tienen una "tarjeta de los sueños" que sólo cumple el sueño de comprar una batidora o un celular. Recuerden la propaganda de Favacard: "podés, podés, podés": esa voz hipnótica convencía al indeciso de que sacar un crédito para una moto o un microondas era posible y era la mejor opción, porque de otro modo ni soñar con comprarlos. Los sueños de las personas que sacan créditos se han ido devaluando.

Bandana dijo...

A todo esto, ¿vieron qué loco ese Ariel Dorfman?