martes, 21 de febrero de 2006

El submundo del inquilinato

No es casual que le haya prestado atención a la entrevista entre Grandiosas y el presidente de la sociedad de inquilinos. Alguna vez establecí el siguiente principio social: ‘el mundo se divide en dos: los propietarios y los inquilinos’. Esta dicotomía suena a chiste (no sé muy bien por qué), pero toda mi vida la he tomado muy en serio. ¿Qué es lo que mienta ese principio? El principio dice: propietarios e inquilinos son dos categorías que no se solapan, mutuamente excluyentes. De aquí se desprende que ser inquilino es inconmensurable con el hecho de ser propietario, y viceversa. Esta primitiva lógica de la propiedad privada trae una consecuencia para la psicología social: el propietario no puede meterse en la cabeza del inquilino, y viceversa.
¿Cómo reacciona la gente ante este principio? En los casos que he podido comprobar, la reacción fue mas bien graciosa: los inquilinos la apoyan seriamente; los propietarios la rechazan con humor.
Veamos las cosas con un poco de objetividad. El propietario nace con garantías de por vida: nunca, en el jamás de los jamases, se verá en la necesidad de alquilar. Nunca entenderá lo que significa verse atado a la decisión ajena para satisfacer la más importante de las necesidades básicas: el techo. Nunca sabrá lo que es dejar un sueldo entero sólo para habitar una casa ajena. Nunca necesitará caer en dudosos créditos o planes de vivienda para, algún día, tener una casa propia. El propietario no necesita mantener con uñas y dientes un mismo trabajo, porque perder el empleo no le significa automáticamente perder su casa. Si el propietario, además, tiene varias propiedades, tiene una renta (pequeña o grande, pero renta al fin) asegurada de por vida: puede vivir sin trabajar. Si no está contento con su renta, todavía tiene un capital que puede vender o negociar de alguna manera.
Por el contrario, el inquilino es (por definición) una persona asalariada, que no cuenta con propiedades ni con la posibilidad de adquirir una. Su destino es el trabajo extra: su salario nunca es demasiado alto y el alquiler es la porción más grande de su salario destinada a un solo rubro. Un detalle: precisamente porque el inquilino paga alquiler es que nunca puede tener su casa propia. El inquilino se ve condenado a ser inquilino toda su vida. Mientras el propietario puede pensar en estudio, viajes, negocios y proyectos a largo plazo, el inquilino debe priorizar el trabajo y el alquiler, ambos atenidos a lo inmediato y urgente. Para el inquilino, una casa o departamento es una necesidad básica. Para el propietario, es un negocio.
Todo lo dicho más arriba debería ser un catálogo de situaciones obvias. Debería quedar claro que el inquilino es el sometido y el locatario es uno de los verdugos. Sin embargo, los locatarios suelen quejarse de los inquilinos como si éstos últimos fuesen una raza vil y desagradecida. Puede haber inquilinos que no paguen el alquiler y a los que haya que echar por medios judiciales. Sin embargo, me parece obsceno que una persona tenga una propiedad para alquilar (lo que significa que tiene al menos dos propiedades: la que está habitando y la que está ofreciendo en alquiler), y una persona quizás con familia no tenga lo mínimo para pagar un alquiler.
Lo gracioso de esto es que, al menos en la provincia de Buenos Aires, el estado no interviene en asuntos relacionados con propiedades. No existen planes para que, progresivamente, todo inquilino tenga una vivienda única: ¿para qué? Que haya inquilinos es un buen negocio; si todo inquilino posible tiene casa propia, los multipropietarios perderían la posibilidad de vivir de rentas (una de las formas más populares de vivir sin trabajar). ¡No ayudemos al inquilino, porque el poderoso pierde oportunidades! Así, la brecha entre el propietario y el inquilino se abre hasta ensancharse definitivamente: el no – propietario está condenado a caer en las manos de un propietario o de una inmobiliaria. Ellos (por un tiempito) les dan un techo; él sin embargo se condena a la indigencia. Tengo una pequeña propuesta socialista: cada individuo debe tener una sola propiedad, la que va a habitar. No debería estar permitido heredar propiedades (Excepto que quien herede no tenga vivienda, en cuyo caso heredará sólo una propiedad). Claro, esto puede ser muy molesto para quien quiera vivir de rentas, pero ¿no sería más lógico y socialmente más honesto que ese pro rentista se pusiera a trabajar en lugar de vivir como un chupasangre de quienes tienen menos que él?

2 comentarios:

^Lena^ dijo...

Hola que tal? llegue aca a traves de varios blogs... comence a leer los posts.. algunos tienen demasiada calidad, y no llego a comprenderlos completamente, pero bueno, otros estan muy bien para mi iq je.. solo queria decirte, decirles, que este pòst en particular me hizo llorar... soy inquilina desde siempre, mis viejos fueron inquilinos desde siempre.. y es una maldicion, es una mierda.. mudarse cada dos años.. cansa mucho, y como lo decis vos, vivir para pagar el alquiler.. es terrible.. es troiste pensar en todo ese dinero depositado mes a mes, en un techo que hamas va a ser nuestro... solo eso.. gracias por expresar algo tan real, de una manera que yo no hubiera podido hacerlo.. sigo chusmeando posts =)

Santiago dijo...

Es tan cierto... yo estoy a punto de alquilar, de dar el paso, y caer, para siempre...