No es fácil matar a un bebé (Idea para una novela de Dostoievski)

Dicen las noticias de hoy que ayer una joven pareja quiso matar a un bebé que recién la mujer había tenido, y no les salió como ellos querían: le pusieron tres puntazos en el cogote y lo tiraron por ahí, pero alguien lo encontró. Y el pibe recupera su aliento, y su carne crece, acusa. Pueden y podrán ver ustedes, contemporáneos míos, cómo crece y acusa esa carne chica, débil, tibiecita. Más de un canal de tele sigue la historia desde ya con aliento largo. Dentro de cinco años: ¿qué pensarán las maestras de primer grado del niño que volvió de la muerte?. Dentro de quince años: sorprendentes declaraciones de un adolescente adicto a cosas, con llamativos agujeros en el cuello. Dentro de treinta: yo no voy a matar a mis hijos, declara el “Bebé Milagro”. Cuando pasen treinta y cinco años, habrá declaraciones de los padres carniceros, ex presidiarios: no me arrepiento de lo que hice, estaba desesperada –dirá la madre-; gggdddddbbdd… -dirá el padre- arruinado su cerebro, golpeado a diario durante años por ex compañeros presidiarios anhelosos de justicia. Hoy también en las noticias dicen que un pibe como de veinte encontró por facebook a su madre biológica, que muy tempranamente lo hubo abandonado. Dice él, sostenido en su carne más firme que la de un bebé, que habló con su madre en una plaza de la ciudad de Córdoba, y allí le agradeció por no haberlo abortado. La tele seguirá siempre esta historia, también: a mí no me abortaron pero estoy a favor del aborto porque mi vida ha sido una mierda, dirá el tipo a los treinta y siete. Veinte años después, la tele pondrá al aire otras declaraciones de aquel agradecido joven: gggdddddbbdd…